Una comunidad de la fronteriza La Quiaca contó la satisfacción de haber logrado crear desde cero un invernadero y un sembradío con material reciclado y conformar un modo de producción agroecológica de hortalizas. Sus integrantes aprendieron en el proceso, producen sus propios bioinsumos a través de lombricultura y comercializan el resto.
Comenzaron con talleres de capacitación que impartía lnta La Quiaca y en poco tiempo surgió la idea de construir su invernadero. Se trata del Frente Agrario Evita La Quiaca, cuyos integrantes lograron en los últimos años grandes avances en la producción experimentando con diversos cultivos y desarrollando los que se adaptaban.
“Tenemos un invernadero agroecológico que está hecho con material reciclable, botellas de vidrio y botellas de plástico. Sembramos ahí, todo es agroecológico. La construcción la empezamos el 2017 y la terminamos en 2019”, explicó Mariela Alfaro, una de sus integrantes. También comenta que fue un gran equipo el que participó donde las mujeres se dedicaron a llenar las botellas de arena, con grupos de siete a diez personas, y el resto a la construcción. El invernadero está ubicado en Ruta 5 del barrio Lucas Arias de La Quiaca. “Empezamos a sembrar plantas aromáticas y ornamentales, de yerba buena, menta, ruda, orégano, y justo se vino la pandemia y comenzamos a sembrar lechuga, acelga, perejil, tomate. Fue un experimento porque no sabíamos en qué épocas podíamos sembrar”, destaca.
También recibieron capacitación sobre lombricultura con el ingeniero Jorge Chauque de Inta La Quiaca y comenzaron a trabajar en eso con lombrices. Reconoció que al principio no pudieron combatir los pulgones e hicieron supermagro, un biofertilizante líquido obtenido mediante fermentación, que les funcionó: “Para nosotros fue una experiencia porque no sabíamos qué se podía sembrar en el invernadero, también sembramos haba y maíz y no nos resultó. Sembramos papa resultó, pero eran muy delicadas, las papas comenzaron a tener unos bichos, las hojas amarillas, nos dimos cuenta de que traía muchos problemas y decidimos cambiar”.
Alfaro sostiene que son alrededor de diez personas las que están trabajando, en el invernadero, dos en forma permanente. Cuando cosechan destinan las hortalizas para el comedor que tiene la organización y el resto comercializa a los vecinos. Al principio les hacían canje por los residuos para hacer lombricultura que necesitaban. “No sabíamos nada, excepto algunas compañeras agricultoras, ahora sabemos cómo hacerlo, cuándo”, destaca asegurando que no aplican ningún químico, lo que les significa una gran satisfacción. Reconoce que no todo sale un 100 % bien, en toda su calidad, pero siguen avanzando en corregir los detalles para mejorarlo.
Por otro lado, este grupo logró mejorar en todos los procesos, ahora hacen compost en un espacio más grande y se nutren para ello de otras estrategias de recolección. Sacan residuos vegetales de los mercados, recolectan las flores secas de los cementerios y hojas de árboles que quedan y lo producen a cielo abierto. “El grupo está convencido que puede sembrar todo agroecológico, porque saben que es saludable”, explica. Recuerda que que no fueron pocas las capacitaciones y en cada una pudieron sacarse dudas y avanzaron con el proyecto con convicción. Plantea además que, si bien no fue un proceso fácil, porque el compost les llevó meses lograr la descomposición de los residuos y completarlo, la experiencia les permitió finalmente sacar el productor hace muy poco tiempo, por lo que pudieron aprender mucho en ello.
