POR INGER ANDERSEN
El mundo no tiene una lista de ‘tareas pendientes’ ambientales, sino una serie de ‘obligaciones ambientales’ que deben cumplirse en 2024 y en las próximas décadas.
Es crucial detener el cambio climático y adaptarnos a sus consecuencias, proteger y restaurar la naturaleza y la biodiversidad, revertir la degradación del suelo y la desertificación, así como poner fin a la contaminación y los desechos.
Si abordamos estos desafíos de manera efectiva, podremos construir un futuro que beneficie a la mayoría de las personas, no solo a unos pocos, como se establece en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Las naciones, independientemente de su nivel de desarrollo, se han comprometido a trabajar hacia este futuro sostenible mediante la firma de numerosos acuerdos ambientales multilaterales. En un momento de crisis geopolítica y cambios políticos, este compromiso es de suma importancia.
La acción en pro del medio ambiente es una fuerza unificadora poderosa. Acuerdos globales como el Acuerdo de París, el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal y el Marco Mundial sobre Productos Químicos establecen metas y objetivos consensuados.
Un número significativo de empresas e inversores se han comprometido a alinear sus modelos económicos y su capital con prácticas respetuosas con la naturaleza y bajas emisiones de carbono. Además, bancos y organizaciones internacionales están integrando la acción ambiental en sus objetivos fundamentales.
A pesar de estos avances, es imperativo acelerar la transformación de los compromisos en acciones concretas y transformadoras. El año pasado fue el más cálido registrado en la historia, lo que resultó en olas de calor, tormentas y sequías devastadoras. La contaminación del aire, tierra y agua causó la muerte de millones de personas.
Por Inger Andersen, Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas y Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Fuente: Telam