La resiliencia es la capacidad para adaptarse y superar la adversidad, se aprende en un proceso que requiere tiempo y esfuerzo y que compromete a las personas a tomar una serie decisiones y pasos en busca de superar esa adversidad. En relación a este concepto que se adapta a lo ambiental las comunidades locales y los ecosistemas cumplen en la interacción sociedad-naturaleza fundamental. Esta relación influye en el grado de resiliencia y sostenibilidad de los ecosistemas, los medios y condiciones de vida de las poblaciones locales y sus posibilidades de desarrollo sostenible.
Existen Programas Globales de Resiliencia Ambiental, que buscan impulsar nuevas formas de conservar y gestionar de manera sostenible entornos naturales en beneficio de las futuras generaciones.
Donde quiera que vivamos necesitamos entornos naturales resilientes para sobrevivir y prosperar, los mismos preservan la biodiversidad, mantienen los recursos hídricos y ayudan a la sociedad a enfrentar el cambio climático. Sin embargo, las demandas mundiales de consumo desmedido ejercen presión sobre los recursos limitados del planeta, y aceleran la pérdida de biodiversidad.
Los pueblos indígenas tienen una profunda conexión y respeto con la madre tierra y dependen de ellas, los ecosistemas naturales también sustentan sus medios de vida y sus culturas, y deben conservarse en beneficio de las generaciones futuras, es por eso que la veneran y ofrendan regalos en la ceremonia a la Pachamama. Su visión y comportamientos fijan los rumbos que deberíamos seguir como sociedad para fortaleceré prácticas resilientes y sostenibles, es por eso que deberíamos contribuir respetando las siguientes premisas:
– Fortalecer el compromiso con las comunidades para hacerlas partícipes de nuestros esfuerzos, desarrollar sus capacidades y apoyar sus medios y cosmovisión de vida.
– Apoyar las prácticas ambientales de los pueblos indígenas en su vínculo con la madre tierra, para lograr obtener y compartir hábitos resilientes.
– Desarrollar proyectos que mejoren los marcos de políticas medioambientales que movilicen los mercados para valorar mejor el carbono, el agua y la biodiversidad.
– Poner a prueba nuevos paradigmas y socializar nuestros aprendizajes para que otros puedan implementarlos.